lunes, 14 de diciembre de 2015

Los niños que viajaron en el tiempo y tomaron limonada de hace… 50 años


Dentro de la casuística de estos viajes en el tiempo que estamos estudiando encontramos a personas que consiguen traerse ciertos elementos de sus experiencias aunque a veces cueste pensar en qué tipo de consecuencias podrían tener en su salud…


El siguiente caso proporcionado por la base de datos del investigador Stephen Wagner le ocurrió a un hombre de la localidad de Stoke-on-Trent, en la región de Midlands, al oeste de Inglaterra. El protagonista se llama John, y el suceso le ocurre cuando es un niño de seis años en compañía de un amigo suyo con el que se desplazaba hacia la escuela todos los días. Un día de mediados de los setenta ambos niños se paran en el camino para observar cómo construyen lo que parecen ser nuevas casas en el barrio. Cuando se aproximan a la zona, una señora mayor parece salir de una casa cercana ofreciéndoles limonada.

Los niños acceden y se toman un vasito de limonada con la señora en su porche. Esto ocurre durante unos minutos, tras los cuales se despiden amistosamente porque tienen que ir a la escuela. Habían salido de casa a la una y media y las clases empezaban a las dos de la tarde. Cuando llegan allí el colegio está cerrando. Son las cuatro y media de la tarde. Sorprendidos por lo que acababa de ocurrirles con el tiempo ya que no habrían tardado más de veinte minutos en hacer el camino y tomarse la limonada en aquel porche, volvieron a casa sin saber muy bien qué había pasado.

A la mañana siguiente John y su amigo vuelven a tomar el mismo camino de siempre para encontrarse no solo con que no estaban construyendo ninguna casa en su barrio si no con que tampoco había ningún rastro de la casa de la señora mayor que les había ofrecido la limonada el día anterior. 

Sabían exactamente dónde había ocurrido pero allí no existía esa casa. No había porche. Nada. La única explicación que tenía el testigo era que de alguna manera había vivido algún tipo de experiencia espacio-temporal en la que durante veinte minutos de su vida habrían transitado por un tiempo pasado en donde estaban construyendo o reconstruyendo parte del barrio y en la que veinte minutos equivalían a tres horas.

La hipótesis que podemos barajar al respecto es que es un caso arquetípico en donde los testigos se encuentran en un tiempo pasado o futuro (por las descripciones, todo indica el pasado) en donde una “ola temporal” rompe justo en el camino a su casa. A ellos les coge justo en su área de influencia llegando a degustar con una señora de principios de siglo una limonada de reciente confección… que fuera de la anomalía podría tener más de 50 años.

En estas experiencias lo cierto es que los objetos no parecen degradarse. Al contrario, esos materiales consiguen aguantar perfectamente el paso de un tiempo a otro. En este caso, es un alivio ya que es mejor no imaginarse cómo podría sentarnos una limonada de hace tanto tiempo. Sería una más que curiosa digestión que quizá para muchos de nosotros no sería una de las mejores cosas que podríamos hacer en nuestra vida…

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